Corría el año 1920, y el país se encontraba en uno de los momentos más importantes de su historia.
Lentamente quedaban atrás los años de la guerra civil, y José Batlle y Ordóñez afirmaba sus reformas que consolidarían el Uruguay moderno: nacionalización del agua, de la electricidad, de los ferrocarriles, creación del Banco Hipotecario y del de Seguros, leyes sociales( la más importante de todas: la ley de 8 horas), etc…
El mundo asistía al final de la Primer Guerra Mundial, el cine en su versión muda nacía, y las economías mundiales comenzaban a tambalear. Los movimientos obreros mantenían enorme fuerza, y en Uruguay la FORU era la central de los trabajadores, mayoritariamente anarquista, y sus colores el Rojo y el Negro. Los sindicatos además de sus reivindicaciones economicistas, apuntaban a una sociedad sin explotados ni explotadores; también fomentaban que los trabajadores y sus familias tuvieran acceso a la cultura y a los deportes, y en ese momento el joven balompié dividía a los orientales desde hacía 21 años en dos grandes bandos: el carbonero(con fuerte arraigo popular), y el tricolor(surgido del ámbito universitario de clases altas y medias).
En Montevideo, el barrio de la UNIÓN crecía a un ritmo infernal, con el sonido de fondo de los tranvías y de los pregones de los canillitas. Eran las “tierras” de Tomás Basáñez, español dueño de esos campos en la época de mediados del siglo XIX; en 1856 don Tomás fue uno de los concurrentes a la primer gala de inauguración del Teatro Solís, a la cual invitó a numerosos vecinos y empleados; sus carruajes demoraron 8 horas en llegar… Basáñez donó los predios en donde luego se construyeron la Plaza de Toros, la Iglesia, y el Hospital Pasteur. También dio terrenos a los vecinos, y fomentó la práctica de deportes; en los “Campos de Basáñez” iba a tener su primera cancha, el club que medio siglo después nacería, y que tomaría por nombre el del filántropo de la Unión: BASÁÑEZ.
Corría el año 1920, y el país se encontraba en uno de los momentos más importantes de su historia.
Lentamente quedaban atrás los años de la guerra civil, y José Batlle y Ordóñez afirmaba sus reformas que consolidarían el Uruguay moderno: nacionalización del agua, de la electricidad, de los ferrocarriles, creación del Banco Hipotecario y del de Seguros, leyes sociales( la más importante de todas: la ley de 8 horas), etc…
El mundo asistía al final de la Primer Guerra Mundial, el cine en su versión muda nacía, y las economías mundiales comenzaban a tambalear. Los movimientos obreros mantenían enorme fuerza, y en Uruguay la FORU era la central de los trabajadores, mayoritariamente anarquista, y sus colores el Rojo y el Negro. Los sindicatos además de sus reivindicaciones economicistas, apuntaban a una sociedad sin explotados ni explotadores; también fomentaban que los trabajadores y sus familias tuvieran acceso a la cultura y a los deportes, y en ese momento el joven balompié dividía a los orientales desde hacía 21 años en dos grandes bandos: el carbonero(con fuerte arraigo popular), y el tricolor(surgido del ámbito universitario de clases altas y medias).
En Montevideo, el barrio de la UNIÓN crecía a un ritmo infernal, con el sonido de fondo de los tranvías y de los pregones de los canillitas. Eran las “tierras” de Tomás Basáñez, español dueño de esos campos en la época de mediados del siglo XIX; en 1856 don Tomás fue uno de los concurrentes a la primer gala de inauguración del Teatro Solís, a la cual invitó a numerosos vecinos y empleados; sus carruajes demoraron 8 horas en llegar… Basáñez donó los predios en donde luego se construyeron la Plaza de Toros, la Iglesia, y el Hospital Pasteur. También dio terrenos a los vecinos, y fomentó la práctica de deportes; en los “Campos de Basáñez” iba a tener su primera cancha, el club que medio siglo después nacería, y que tomaría por nombre el del filántropo de la Unión: BASÁÑEZ.
Documento de 28 páginas de pura antología y color...(formato pdf).